En el pasado, muchos edificios emblemáticos de la ciudad se perdieron. Unos por su ruina, otros por propia decisión de los gobernantes de la época.
Aquí os recordamos algunos.
Los acontecimientos políticos del siglo XIX, entre los que destacan la Desamortización de 1836 y la Revolución de 1868, supusieron el abandono y la venta de edificios religiosos, conventos, monasterios... lo que llevó a muchos de ellos a convertirse en ruinas o a desaparecer.

El desarrollo de las ciudades, en esas mismas épocas y a lo largo del siglo XX, exigió reformas urbanísticas y transformaciones arquitectónicas que se llevaron por delante murallas, palacios, casonas y edificios singulares.
Si a estos sucesos unimos las guerras sufridas por el país en el siglo XIX, la francesada y las carlistas, tendremos el marco en el que se ha movido últimamente nuestro patrimonio histórico.
La ciudad de León no ha estado ajena a estos avatares, y como la mayor parte de las capitales de provincia y de las poblaciones históricas importantes, ha sufrido estos ataques, que en muchos casos se han realizado en nombre del progreso, de la cultura y del bien común por gentes que llamaron, a los pueblos germánicos que invadieron la península ibérica, "bárbaros".
La guerra contra los franceses provocó en esta ciudad un gran desastre, pues aparte de los desmanes realizados en la Colegiata de San Isidoro y en el Convento de San Marcos, el Monasterio de San Claudio y el Convento de Santo Domingo quedaron en estado lamentable. Tras la Desamortización, el primero se transformó en piedra para carreteras y el segundo se desmontó en gran parte para reforzar las murallas de cara a las guerras carlistas. A lo largo del siglo XIX se derribaron las puertas de la muralla y de las cercas para extender la ciudad y los cubos de la Calle Carreras para ampliarla.
Detrás de esto vinieron los palacios: El Palacio Real de la Rúa, del siglo XIV, cuyo declive se inicia en el siglo XVI, termina de demolerse en el XIX; la casa del Marqués de Valdecarzana, colindante al mismo y también del siglo XIV, la casa de los Cea en la calle del Cid y el Palacio de D. Gutierre desaparecen a principios de siglo. Entre 1920 y 1922 se derriba el Hospital de San Antonio Abad para ordenar la plaza de Santo Domingo. A mediados de siglo desaparece lo que queda del Beaterio de las Catalinas en la plaza de San Isidoro, para hacer el convento de las Siervas de Jesús, y más tarde en la misma plaza, la casa del Marqués de San Isidro y la de los Velasco, esta para levantar el actual Colegio Leonés.

La casa de la Duquesa de Uzeda se derriba para hacer la Audiencia y la Fábrica de Hilados se tira, pero recuperando la portada para el edificio judicial. Bajo la piqueta cayeron además las casas de Francisco Moreno Zúñiga y del Marqués de Montevirgen.
No se libraron de su derribo el Convento de las Agustinas Recoletas de la calle del Cid, ocupado durante años por el ejército, ni las iglesias de San Lorenzo, San Salvador del Nido y San Juan de Renueva; y fueron renovados por edificios modernos los conventos de las Clarisas y de los Franciscanos Descalzos, éste, en la plaza de Santo Martino es hoy el Instituto LEGIO VII.
Pero no todo fue en tiempos pasados, recientemente hemos visto desaparecer los leoneses, el Colegio de los Agustinos, las fábricas de Zaraúza, Cayetano González y Casimiro Díez, el Teatro Principal, los cines y el Instituto General y Técnico, más conocido por Padre Isla, y muy querido por los leoneses que de una u otra manera pasaron por sus aulas.
También han pasado a la historia edificios de viviendas muy apreciados en la ciudad, como el de la plaza de Guzmán, y algunos de Ordoño II, Alcázar de Toledo... también se recuerdan los chalets como el de D. Paco, 7 hoy Banco de España; el de Alfageme, hoy oficinas municipales; los de la calle Alcázar de Toledo, los de la Condesa o los de Padre Isla.
La vida debe seguir, el pasado sólo se puede recuperar en el papel y en las fotografías, cuando existen, pero esperemos que esta pequeña reseña sirva para que de ahora en adelante intentemos conservar aquello que merezca la pena, porque León es algo más que San Isidoro, la Catedral y San Marcos. Sobretodo, un conjunto que proporciona ambinte a los grandes